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Espectáculos

Lucho Cáceres: “Seguimos siendo un país pacato”

Actor. Protagoniza Esperanza, una metáfora sobre el Perú escrita por Marisol Palacios y Aldo Miyashiro. Desde hoy en el teatro de la PUCP

Lucho Cáceres, reconocido actor. Foto: difusión
Lucho Cáceres, reconocido actor. Foto: difusión

Esperanza se desarrolla a inicios de los años 80, un día en la vida de una familia que espera la visita del candidato a las elecciones municipales. Para el padre, esta será la gran oportunidad de obtener el trabajo que les dará la soñada prosperidad. Todos se concentran en los preparativos para recibir al visitante, perdiendo de vista lo verdaderamente importante —la desaparición del más pequeño del clan—, lo que nos vuelve testigos del caos y deterioro de una familia de clase media de Lima.

Mi personaje es el padre de esta familia caótica, en plena crisis, en épocas de visa para un sueño, donde todo el mundo quería largarse y no había nada. Y este pata, como padre de familia, intenta una luz de esperanza para su familia, para llevar literalmente un trozo de comida a la boca y es ahí donde surge el conflicto de esta obra. Espera esta oportunidad, que al final de la obra se verá si se da o no. Este personaje tiene todas las características del hombre de esa época: machista, homofóbico, racista. Todos los defectos juntos los tiene”, dice el actor sobre la puesta de Marisol Palacios y Aldo Miyashiro, que se estrena esta noche en el teatro del Centro Cultural PUCP, en San Isidro.

 Elenco. Julia Thays, Diego Pérez, Brigitte Jouannet y Lucho Cáceres. Foto: difusión<br><br>

Elenco. Julia Thays, Diego Pérez, Brigitte Jouannet y Lucho Cáceres. Foto: difusión

—Pese a que es una historia que ocurre en los años 80, la directora Marisol Palacios la define como un revelador montaje de nuestra realidad nacional.

—Sí. Yo creo que han pasado 40 años y sigue lo mismo y creo que ello es bastante movilizador. Hemos evolucionado en muchas cosas, pero en el aspecto político estamos igual. Nada ha cambiado, seguimos siendo un país pacato.

—¿Eso te produce tristeza, cólera?

—No sabría definirla en una palabra. Pero creo que también hay una cuota de resignación porque si me pongo a analizar, nos estamos yendo a los 80 y, después de 40 años, esto sigue igual. Es como el espíritu del país, es como se vive acá, o sea, como se sobrevive. Entonces, dentro de eso, creo que lo interesante es no sumarse a estas taras, sino de alguna manera sopesar la balanza, combatirlas e intentar una solución. Esa es mi forma de pensar y el racismo no es una forma de pensar, el racismo es un delito. Creo que la obra, de alguna manera, te va a poner un espejo al frente y ya si no entiendes viéndolo con un espejo al frente, ya nadie te lo hará entender, nadie.

—Es trabajar cada uno desde nuestro frente.

—Si de verdad quieres a tu país, no toques el claxon, respeta el derecho del otro, deja que cada uno viva su vida. Si dos personas del mismo sexo quieren caminar de la mano, que caminen. Pero si tienes a la serie número uno del país que reincorpora a su elenco un personaje de un mayordomo gay, pero que estereotipa, de alguna manera, a lo que se hacía en un sketch de hace 40 años a toda la comunidad LGTB, qué se puede esperar. La obra está ambientada en los 80, pero es totalmente actual.

—¿Podrían decirte que la televisión no está para entretener?

—Ok, no está para educar, pero tampoco para estupidizar ni reportar taras y estereotipos.

Periodista del área de Espectáculos en la edición impresa de La República. Egresada de la Universidad de San Martín de Porres. Escribe sobre televisión, cine, teatro y música. Entrevistas a figuras nacionales e internacionales.