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Domingo

¿De qué ríen los peruanos?

¿Qué hace que soltemos una carcajada? ¿Por qué insistimos en la burla? ¿Nos enfrentarnos con humor al poder? El antropólogo Alex Huerta-Mercado responde estas preguntas en El chongo peruano. Antropología del humor popular.

Antropólogo Alexander Huerta-Mercado
Antropólogo Alexander Huerta-Mercado

Cuando nuestra mente (que es capaz de predecirlo todo) es sorprendida, la tensión inconsciente se relaja y genera una reacción respiratoria que conocemos como risa. El antropólogo y doctor en Culture and Media, Alexander Huerta-Mercado, explica de entrada cómo se produce ese rictus de alegría que conocemos como risa, no sin antes contar un chiste: “Un café sale de la cárcel... ¿qué es? Es un ex preso”. ¿Se rieron?

Al peruano le puede causar risa el ‘iiiimbécil’ de Pablo Villanueva “Melcochita”, explica el académico, chiste atómico construido con una sola palabra, o le pueden robar una carcajada esas chapas antecedidas del conciliatorio ‘mi estimado… perfil de uña de cóndor’, o ‘mi querido… peinado con lengua de gato’.

Los peruanos pueden ser conquistados por los chistes sazonados de Miguel ‘Chato’ Barraza, minihistorias contadas con un movimiento corporal insuperable. Y el stand up comedy de Carlos Alcántara ‘Cachín’ sobre su madre puede hacer vibrar a la platea.

Pero también podemos ser crueles con el otro y burlarnos de sus defectos físicos o sus rasgos étnicos para servirnos de un momento “gracioso”. Nuestras bromas pueden ser homofóbicas, racistas y sexistas, o todo en un solo combo.

En El chongo peruano. Antropología del humor popular (Estruendomudo, 2019), Huerta-Mercado se interna en los vericuetos de este humor tan nuestro, que a veces desafía al poder (la caricatura política, por ejemplo), que puede ser usado como válvula de escape para hablar de lo que reprimimos, o puede ser usado para humillar.

Esas formas de reír

Aún en nuestro inconsciente colectivo están enquistadas esas ofensas "risueñas" que lanzaba el animador del desaparecido programa de televisión Trampolín a la fama, Augusto Ferrando: "¡Este no es más bruto porque no ensaya!", le decía a boca de jarro a Felipe Pomiano 'Tribilín', coanimador afroperuano que fue blanco de ese y otros comentarios racistas que hacían estallar de risa al público.

Muy joven, a finales de los noventas, en la última etapa del programa que tuvo vigencia por treinta años, Huerta-Mercado se internó en ese carnaval de señal abierta que era Trampolín… con una pregunta: ¿Por qué la gente hacía colas tan largas para asistir al programa si iba a ser humillada?

Porque Ferrando no solo acometía contra Pomiano, a veces se burlaba de la apariencia de los concursantes, de su gordura, su forma de hablar o su avanzada edad.

"Había mucha agresividad contenida en Trampolín... Acuérdate que estábamos viviendo el encuentro de los migrantes con la ciudad, Lima [representada por Ferrando, el criollo, el vivo] se sinceraba con el Perú y era agresiva, se burlaba de ellos.

El humor funcionaba como una válvula de escape. Sí, había mucho racismo en los chistes, pero la pregunta es ¿por qué la gente se reía? Y es que en teoría somos una sociedad democrática pero a través de nuestro humor se liberan esas categorías heredadas de la colonia, como estimar lo andino como inferior. Eso pasaba en Trampolín... y seguimos siendo permisivos, tenemos muy metido ese tipo de humor, mira cómo atrae público la paisana Jacinta”.

Según el antropólogo, en el Perú el humor puede ser un bien que te convertirá en el más popular. Si tienes la rapidez mental del 'Chato' Barraza podrás usarlo como escudo protector y ser el vivo del barrio al que nadie toma el pelo.

Con el humor, también, los peruanos nos distendemos a lo grande, pues hemos crecido grandemente reprimidos: “Somos una sociedad que vive bajo un ojo vigilante, un Dios castigador y un Estado militarizado, y nos vigilamos con el chisme y el miedo al qué dirán. Nos cuesta relajarnos. El humor entonces es una arma de transgresión: decir una lisura, por ejemplo, o burlarse de lo sagrado”.

En su libro, Huerta-Mercado recuerda que existe además un humor para cada clase social, aunque hubo fenómenos como Pataclaun que caló en todas; y que estamos poblados de bufones que ponen de cabeza este reino llamado Perú, cuyos habitantes tienen horror al vacío y necesitan llenar los silencios con chacota, metiendo vicio, con mucho chongo.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.